Romero perfuma la raíz del agua
XVI BIENAL DE FLAMENCO
Entre la lluvia de nuevas músicas o la de los demás músicos, Romero ha preferido una que goteara hasta los márgenes tendidos de su guitarra a fin de iluminar la fuente donde habita la gloria mojada, la gratitud a su mujer y su hijo.
Desde que asomó por los juncos de la orilla verde de la soleá, Romero demandaba ser escuchado con los oídos de la imaginación. Estábamos ante un acto de creación, y ante la hora de la seguiriya a ritmo, buscaba explayarse a través de una expresión que floreciera desde el ímpetu espiritual.
El guitarrista acrecienta su capacidad para comunicar, como hizo por bulerías y a ritmo de soleá a su hijo, en las que anunció infinidad de cosas, de ideas, de esencias de un individuo en un sólo instante, en tanto que presentaba en el ‘Portalillo del zapatero’, la rondeña y los fandangos todo su poder, aunando su dominio de la guitarra a la historia de unas ideas a través de la música.
Es en los fandangos de Huelva que evocan la muerte de Paco Toronjo donde Romero se reivindica, toma la delantera y ocupa los espacios vacíos dejados por el cante imaginado. Aquí, con el cante de una Carmen Molina “que no hay quien cante como ella por Huelva”, se muestra singular, único. Y a partir de ahí, el oleaje de las alegrías y el hacernos vibrar con las bulerías y la nana.
Qué razón tenía Goethe cuando dijo que la música es el auténtico medio en el que nace la poesía. Así también lo piensa Romero, que escarbó en su intimidad, penetró en la sustancia poética de su alma y desde allí se abrió al aroma del viento de esta época. Luego cogió la guitarra y bajó tanto la frente hasta encontrar llorando la raíz del agua. El resto, es imaginable: los oídos de los espectadores quedaron encendidos ante el agua de su música.
(EL MUNDO – 02/10/2010)